Empieza a oírse la obertura de Wolfgang Amadeus Mozart, mientras visiono el precioso plano secuencia que me mantiene boquiabierta durante al menos quince minutos que dura la introducción de la sublime nueva obra de Kenneth Branagh.
Seis años ha tardado en volver a la dirección, diez para volverme a maravillarme e hipnotizarme (aunque Trabajos de amor perdido me gusta, no tiene nada que ver con su Hamlet o su Mucho ruido y Pocas nueces, por poner solo dos de sus portentos cinematográficos).
En víspera del estallido de la Primera guerra mundial, un drama mágico empieza a tener lugar cuando Tamino emprende un viaje peligroso en busca de amor, luz y paz en un mundo afligido por las tinieblas, la muerte y la destrucción. Mientras Tamino espera ansiosamente con sus compañeros de leva la orden para entrar en combate, un misterioso silencio cae sobre un paisaje todavía intacto.
En el caos que sigue, se ve transportado a un mundo crepuscular atrapado entre los sueños y las pesadillas cuando resulta rescatado de cierta muerte por tres enfermeras. Cuando Papageno (quien mantiene a los canarios empleados para detectar la presencia de gas en las trincheras) se topa con la escena y trata de atribuirse el mérito de salvar a Tamino, las enfermeras encomiendan a los dos soldados una misión terrible. Deben rescatar a Pamina, la encantadora hija de la Reina de la Noche, que ha sido secuestrada por el Señor Sarastro.
Lo que sigue es una aventura en forma de musical espectacular en el que el destino de un par de jóvenes amantes puede ayudar a determinar el destino de las naciones y la vida de millones.
Branagh en esta ocasión se atreve con la opera, y aunque no es la primera vez que se adapta esta obra de Mozart (Ingmar Bergman lo hizo en los 70) si que es la primera vez que se opta por la espectacularidad y por adaptarla en otro contexto y época, además de que en esta ocasión las canciones han sido traducidas al inglés y como no, se nota cierta influencia de Shakespeare que el director también sabe reflejar, y que en esta ocasión cuenta con la ayuda del actor y guionista ingles Stephen Fry para la adaptación.
Cuando me refiero a espectacularidad, me estoy refiriendo a lo que nos tiene acostumbrado este director, decorados, vestuario, fotografía, ..... a la “mágica” dirección de Branagh y sobretodo, mucha teatralidad.
Como es habitual en sus películas todo es sobreactuación, y que mejor que contar con actores de opera para la ocasión, ha contado con jóvenes supuestamente promesas como Joseph Kaiser, Amy Carson, Silvia Moi y Benjamin Jay Davis (que sin duda interpreta el papel que hubiera sido para el propio Branagh sino hubiera sido una opera). Que sus rostros sean desconocidos para el publico, no quiere decir que no tengan el talento y carisma necesario para sus respectivos papeles, sino que ayuda a conectar mejor con la película y los personajes.
Kenneth Branagh ha logrado de nuevo una película redonda, dramática y divertida a partes iguales, y con un ritmo adecuado que hace que película de casi dos horas y media toda cantada en opera no se haga pesada, aunque , como suele ser frecuente, solo apta para amantes del estilo director.
Puntuación 8.5/10
1 comentarios:
La verdad es que estoy de acuerdo contigo en casi todo excepto en lo de las sobreactuaciones, puesto que si bien, tal como dijo Kenneth Branagh, hay cierta ingenuidad en sus actuaciones; también es cierto que para son muy adecuadas para el cuento de hadas que al fin y al cabo es "La flauta mágica".
Yo también he publicado una crítica en mi espace acerca de esa película, y me gustaría que la leyeras y me dijeras que te parece, ya que se ve que ambos compartimos el gusto por ella; puedes hacerlo yendo a http://universodea.spaces.live.com/Blog/cns!41716E4AA9C70F65!1854.entry o a http://universodea.spaces.live.com/category/Pel%c3%adculas/feed.rss.
¡Espero que te interese!
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