Recuerdo cuando se estreno esta película que brame al cielo, por como dos de los responsable de esta película, el director Ridley Scott y el actor Russell Crowe, podrían dedicarse a hacer esta “patata”, sobretodo este ultimo que no veía encaminar su carrera desde Gladiador a ningún lugar deseable para mi, lejos había quedado verle en maravillas como L.A. Confidencial y El dilema.
Tras un tiempo y después de ver 3.10 Yuma y American Ganster, y reconciliarme con el actor (sobretodo), decidí darle una oportunidad a esta película que me habían dejado hace un tiempo (aun no sé porque extraña razón accedí a aceptarla), tras un mal día personal.
El experto en inversiones radicado en Londres Max Skinner viaja hasta la Provenza para vender un pequeño viñedo que ha heredado de su fallecido tío. Max se embarca de mala gana en lo que, a la postre, resultará ser un nuevo y estimulante capítulo en su vida, cuando empiece a darse cuenta de que merece la pena saborear la vida.
Un buen año, no cuenta una historia original, es típica, y encima sabemos en todo momento que va a pasar, pero a pesar de los renombres de los participantes, es una película hecha sin pretensión alguna, quizá el pasárselo bien, o hacer cierto homenaje a los clásicos.
Es una película “dulce”, sencilla, sensible (que no “ñoña” o “cursi”), …… que sin llegar a conseguir carcajadas constantes, sí que consigue mantener la sonrisa en los labios. Una película que como algunas de esas comedias clásicas (salvando las distancias, sobretodo de grandes clásicos), te alegra y te hace olvidar esos momentos malos que has tenido ese día.
Y si me atrevo a decir que tiene cierto regusto a clásico (o incluso a cine europeo) por su ritmo que no decae en ningún momento, sus diálogos “afilados”, los gags verbales y físicos (predominan mas los primeros que los segundos), su puesta en escena, la banda sonora, la fotografía, ….. e incluso esos títulos de crédito finales.
Todo ello no la hace mejor (ni por supuesto llega a la calidad de por ejemplo una de mis películas clásicas favoritas “la fiera de mi niña”), pero la hace mas adorable.
Los actores también acompañan a este ambiente, y es que Crowe, es el perfecto galán, y se mueve con una agilidad increíble (pero ya hacia algo así en aquella película llamada “Hechizo en la ruta maya”, así que no sorprende tanto, sino que demuestra de nuevo lo versátil que puede llegar a ser este actor); Marion Cotillard es la fémina “difícil” de la película (del odio al amor hay dos pasos); y Albert Finney y Freddie Highmore, representan de manera magistral los elementos nostálgicos y entrañables de la película.
No es una gran película, pero sí que es contagiosa en su positivismo, alegría y encanto, sobretodo en ciertos momentos, si no vas con mayor expectativas y si dejas de lado el superfluo mensaje de la película (irreal y tramposo) y disfrutas de la manera más placida que puedas.
Puntuación 6/10
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