Nos levantamos pronto para pasar la mañana en Ultraman Town, un pueblecito cercano de Tokyo, que alberga numerosas estatuas del famoso héroe Tokusatsu.
Pero también fue una experiencia inolvidable por la amabilidad y tranquilidad del lugar, me encanto mas por ello, que por las propias estatuas, casi, y todo.
Si os decidís pasar por el pueblo, no dudéis en, entablar conversación con los aldeanos, son toda amabilidad, e incluso os pueden obsequiar con sus propios mapas del lugar, y te de su propia granja. Pero cuidado, no os coléis en propiedad privada, que pueden salir armados con un tenedor de plástico. XD
También montamos el show en un Lawson del mismo pueblo, al intentar comprar las entradas de beisbol para ver a los Giants. Con japonés chapucero, y un cliente asiduo del lugar, y su teléfono traductor, nos aclaramos, después de varios intentos de comprar entradas, para saber que estaban todas agotadas (no, no va a ser la primera vez, que les damos a algún japonés, una buena historia que contar durante meses a sus amigos).
Después de comer una deliciosa hamburguesa (no será la única del viaje) con salsa teriyaki (que buena que esta), por la tarde llegamos al lugar de la perdición total, Nakano
No nos dio tiempo más que a ver una planta y media de las tres que posee, el complejo lleno de mandarakes, en tre otras cosas, y aun así, salimos cargados hasta las cejas (lo que más orgullosa estoy, de todas las cosas que compre ese día, mi figura de Tomo-Chan, y mi peluche de Nodame Cantabile), y dejándonos la mitad del dinero que llevábamos para gastar en total en el viaje (que no era poco, por cierto). ¡La teníamos clara!, ¡si solo habíamos acabado de empezar!.
Si, las mochilas tambien estan llenas, y aun nos faltaba mucho por ver de Nakano.
Por la noche, decidimos ir a tomar un heladito en Shibuya, porque no, ver esta parte de la ciudad de noche, seria espectacular. El problema fue, cuando tuvimos que salir por salidas diferentes por problemas con el billete de metro, y descubrir (por lo menos los novatillos del viaje), que la estación de Shibuya, era impresionantemente grande y caótica.
Si, como podréis imaginar, nos perdimos, nos separamos, pero, no hubo nada que lamentar, cada uno volvió por su propia cuanta al hotel, y allí, al vernos todos de nuevo, se acabo el susto.
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